Al despertar, dice el evangelio, José hizo lo
que el ángel del Señor le había ordenado. En sus sueños José comprende que no
es el tiempo de huir, de evitar o evadir el cometido, de esquivar el plan de
Dios. Entiende que su sueño ha sido un momento reparador y que ahora ha llegado
el tiempo de despertar, de hacer lo que Dios le había ordenado, de tomar
conciencia de su propia vocación, de su llamado y aceptar el plan de Dios. Su
tiempo no es el tiempo del letargo, del encerramiento, de la huida cobarde ni
tampoco el tiempo del miedo ni de la duda sino de la fidelidad y de la entrega
generosa, es el tiempo del testimonio y de la profecía. En este año de la Vida
Consagrada, también nosotros como José sentimos este llamado de Dios que desde
dentro nos invita a despertar...a salir de nosotros mismos para despertar al
mundo y trasmitirles la alegría del encuentro con Dios.
Es tiempo de despertar…tiempo de la valentía,
de la audacia, es tiempo de ponernos en camino, de inquietarnos, de
interiorizarnos. La Iglesia reclama de nosotros los agustinos, en este año de
la Vida Consagrada, inquietud, es decir, esta actitud agustiniana de salir
siempre hacia Dios, de conocerlo cada vez más y hacerlo conocer a los demás; de
estar siempre en camino, de estar siempre en tensión, de estar en una actitud
de búsqueda constante. El agustino no se acomoda, nunca se detiene, no baja
nunca los brazos, no renuncia nunca a sus sueños ni tampoco se conforma con los
pequeños logros. Tiene siempre un corazón inquieto. Ya nos decía nuestro Padre san
Agustín: Avancen, hermanos míos,
examínense honestamente una y otra vez. Pónganse a prueba. No estén satisfechos
con lo son si quieren llegar a lo que aún no son. Porque donde te consideras
satisfecho de ti mismo, allí quedarás parado. Si dices basta, entonces estás acabado,
añade siempre algo más, avanza sin parar, progresa siempre (S 169, 15y18), no
te detengas nunca, que tu corazón no se pare nunca, no se adormezca porque el
nos ha elegido para más. Te ha hecho grande y para que desees cosas grandes.
En este año de la vida consagrada queremos
despertar no de cualquier manera sino al modo de Agustín, es decir, con un
corazón inquieto, con un corazón que desea y anhela el encuentro con Dios, que
suspira por una profundidad personal, que anhela que cada uno piense en su
hermano antes que en sí mismo, que desea y se desvive por alcanzar una comunión
de vida que lo haga sentir una sola alma y trasmitir y contagiar a los demás de
esta inquietud, que no puede ser otra cosa que don y fruto del Espíritu. Los
agustinos llevamos en la sangre esta inquietud y hoy queremos ponerla al
servicio de toda la Iglesia.
Una inquietud que ha cambiado radicalmente la
vida Agustín y que como el despertar de José lo ha hecho nacer a una vida
nueva. No es posible entender la conversión de Agustín sin la interioridad. Interioridad
y conversión van siempre de la misma mano. El se convierte porque se ha
interiorizado y no se cansa de mostrarnos que el camino que nos conduce a una
verdadera y autentica renovación es la interioridad. La interioridad es signo
de conversión, es signo de cambio, es signo de una renovación auténtica, es
signo de vida y de una vida que se abre a un futuro de esperanza. Deseo y pido
a Dios al inicio de nuestro itinerario de conversión pastoral que nos dé un
corazón siempre inquieto, que nos dé el corazón de Agustín. No nos cansemos nunca
de buscarlo, no nos cansemos nunca de conocernos, de bucear en nuestro interior
porque es en esta inquietud que encontremos la clave de propia nuestra
renovación, de nuestro propio cambio.
Fr. José Guillermo Medina, OSA, Vicario Regional. Homilía de Lanzamiento Itinerario de Conversión Pastoral |
Pido y deseo que nuestras comunidades sean
casas de interioridad, comunidades inquietas, comunidades misioneras,
comunidades de periferia. No digamos nunca basta, abandonemos el cómodo
criterio del siempre se hizo así conformista y mediocre. Por el contrario, los invito
a todos a ser audaces y creativos en esta tarea de repensar nuestros objetivos,
las estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores de nuestras
comunidades. Salgamos, salgamos a ofrecer a todos la vida de Jesucristo…No
privaticemos el amor de Dios. No tengas miedo José, hijo de David, de tomar por
esposa a María. No tengamos miedo de asumir esta misión que Dios nos ha
encomendado como agustinos. Pidamos a
San José, Patrono de nuestra Orden, que el miedo no nos paralice, que la duda
no sea mayor que la certeza, que el pesimismo mayor que la esperanza. No tengas
miedo José…que estas palabras del ángel nos hagan despertar a la esperanza e
inquieten nuestro corazón que, como en María, nos hace salir sin demoras a
anunciar el evangelio, la buena noticia de Dios. Es tiempo de despertar, es
tiempo de que nuestro vicariato despierte…es tiempo de ponernos en camino. No
te detengas, él te eligió para más.
Fr. José Guillermo Medina, OSA
Vicario Regional